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FAOT 2017 Paul Potts: un exito relativo
FAOT 2017 Paul Potts: un exito relativo
Juan Arturo Brennan
Desde varias semanas antes del inicio del FAOT 2017, en cuanto se dio a conocer su programación, numerosas cejas escépticas, incrédulas incluso, se levantaron ante el anuncio de que el protagonista de una de las Noches de Gala, la penúltima del evento, sería el tenor inglés Paul Potts. Surgido a la fama a partir de su triunfo, en el año 2007, en la primera edición del concurso televisivo Britain’s Got Talent, Potts ha tenido una carrera exitosa pero marcada siempre por la polémica. Cargando con el estigma (porque para muchos lo es) de ser la estrella de un reality show, Potts se presentó en el Palacio Municipal acompañado por la Orquesta Filarmónica de Sonora conducida por David Hernández Bretón. Para dejar atrás de una vez el tema orquestal, hay que decir que la OFS comenzó fría y no del todo convincente, a un nivel menor del que había mostrado en la Noche de Gala dedicada a Arturo Márquez, pero fue apretando tuercas y clavijas a medida que avanzó la noche, hacia un mejor rendimiento.
¿Cómo calibrar, pues, a Paul Potts? Un buen inicio es, por ejemplo, la revisión de su programa. Seis canciones italianas de corte popular, una canción de jazz, dos arias de Puccini, un trío de piezas surgidas del cine, y una versión no muy afortunada de la inefable Granada de Agustín Lara, que puso en éxtasis a un público poco conocedor y, sobre todo, poco exigente. Otra vía para analizar la presencia y actuación de Potts sería el siempre importante asunto de los idiomas. Español para Granada, inglés para What a wonderful world, y todo lo demás en italiano. Cosa extraña para un cantante con su trayectoria, su pronunciación del italiano es deficiente a pesar de que él mismo afirmó que es una lengua que domina. Y para ser una estrella eminentemente mediática, Paul Potts no es especialmente carismático frente al público; de hecho, parece ser un hombre tímido y retraído. Me atrevería a suponer que, dados sus orígenes humildes, el exceso de atención de los medios lo ha agobiado y lo ha vuelto un poco introvertido.
En lo estrictamente musical, Potts tampoco parece ser lo que tanto se ha dicho de él. Sí, tiene una voz con algunas cualidades de potencia y color, pero su fraseo no es lo limpio y fluido que debiera ser, y sus agudos son empujados a las alturas con dificultad. En todo caso, no ha sido tarea fácil intentar calibrar el verdadero alcance de su voz, porque el FAOT asumió desde el principio esta Noche de Gala como un concierto pop, con la voz y la orquesta siendo víctimas de la amplificación. Como gratos interludios en el recital de Potts, surgieron las apariciones de la recién premiada soprano sonorense Ariadne Montijo, quien cantó sola un par de arias de Puccini y una de Donizetti, y se unió al tenor inglés para cantar el famoso ‘Brindis’ de La Traviata de Verdi y, al final del programa, esa fea y convencional canción que es Time to say goodbye (‘Con te partirò’), casi tan desagradable como la canción de amor del filme Titanic que Celine Dion canta a voz en cuello. La buena noticia es que Ariadne Montijo vino a iluminar con su voz y presencia este extraño recital, invitando a escucharla (venturosamente, sin amplificación) el día 28 en el Templo de la Purísima Concepción, con la oportunidad de confirmar sus cualidades musicales. Justo es señalar que el concierto de Paul Potts tuvo algunos momentos lucidores, entre los cuales rescato partes de su interpretación de la hermosa canción Parla più piano que Nino Rota compuso para la película El padrino.
Y ahora, la pregunta espinosa: ¿fue un éxito este recital de Paul Potts? En lo que se refiere al público, definitivamente sí. Cabría especular, en todo caso, cuántos entre ese público vinieron al Palacio Municipal a escuchar con atención y respeto la voz de Potts, y cuántos llegaron atraídos por el morbo de su melodramática historia personal, en un acto de mal entendida compasión. En lo artístico, el recital quedó muy lejos de la vara que dejaron muy alta artistas como Elīna Garanča y María Katzarava. Que nadie se engañe o se hiperventile: no tiene nada de criticable que el FAOT asuma alguna de sus Noches de Gala como un evento popular, por más que los puristas deambulen por Álamos como almas en pena rasgándose las vestiduras; “popular” no es una leperada ni mucho menos. El meollo del asunto está, debe estar, en el resultado musical, que en esta ocasión no estuvo a la altura deseable. No hay de otra sopa más que intentarlo de nuevo.
